Estereotipos de Género en Ezequiel 16





Género y lectura feminista de la Biblia
Autor Julio Vallarino

Introducción
En nuestra nota pasada “Patriarcado: idolatría y poder” del 10 de agosto, escribía que el capítulo 16 del profeta Ezequiel es una alegoría sobre la relación entre Dios e Israel, que expresa la fidelidad de Dios y la infidelidad de Israel, utilizando la figura del matrimonio heterosexual, Dios representado en el hombre e Israel representado en la mujer (https://www.facebook.com/notes/obispo-julio/patriarcado-idolatr%C3%ADa-y-poder/1672600719726850).

En estas páginas, quiero detenerme en los estereotipos de género que descubre al lector o lectora el texto de Ez 16. Estereotipos que no son ajenos al resto de la Biblia, por lo tanto es de suponer que estaban presentes en la cultura judía y sin lugar a dudas y salvando las distancias, están presentes aún hoy en nuestra sociedad que se define como occidental y judeo cristiana. Y es que la matriz cultural se ha ido adaptando a los tiempos pero sin cambiar su esencia. Los mitos, valores y creencias respecto de los géneros femenino y masculino se han ido transmitiendo de generación en generación a través de las pautas de crianza en las familias y a través de la reproducción cultural de las instituciones, es decir, que cada persona, se ve influenciada por el microsistema (= la familia y vínculos afectivos primarios), el mesosistema (= la familia en relación con las instituciones), el exosistema (= las instituciones disciplinadoras y transmisoras de cultura) y finalmente por el macrosistema (= conjunto de mitos, creencias y valores). (Véase: Teoría del modelo ecológico de Urie Bronfenbrenner).

Por lo tanto, en este trabajo intentaremos brindar un análisis de la concepción de mujer y de hombre, de la alegoría de Ez 16 aplicando la metodología del modelo ecológico en el relato y el contexto del profeta.

Este breve ensayo, al igual que el anterior, consta de tres partes; la primera donde presentamos un análisis del contexto bíblico en que se produce el texto, aplicando la metodología del modelo ecológico, la segunda donde presentamos un análisis del texto desde nuestro contexto, finalmente la tercera donde presentamos algunas conclusiones sobre los estereotipos de géneros promovidos desde el imaginario cultural del contexto del profeta Ezequiel y sus correspondientes en nuestro contexto actual.

1.    El texto en su contexto
Es importante resaltar que las imágenes tomadas por el profeta Ezequiel son simples herramientas para transmitir un mensaje. Tomó imágenes de su contexto, naturalizadas en su cultura y construyó la alegoría que le permitía llamar la atención de su audiencia sobre la fidelidad de Dios y la infidelidad de las autoridades, políticas y religiosos, de Jerusalén. Ni Ezequiel ni su audiencia se detuvieron a analizar los elementos que forman el “envase” del mensaje. Ese envase estaba tan naturalizado que a nadie la llamó la atención. Recién después de dos milenios y algunos siglos más, en nuestro contexto es que tomamos ese envase para analizarlo y deconstruirlo con la finalidad de poder explicar los estereotipos de género en el contexto bíblico y su consecuencia en nuestro contexto actual.

1.1.        El contenido del mensaje.
Generalmente, nos referimos a Jerusalén como la capital de Israel y es cierto, pero antes del surgimiento del reino de Israel, incluso antes del período de los Jueces esta ya existía; en efecto, era una ciudad cananea habitada por jebuseos (2 Sam. 5,6-9) en tiempos de Josué (Jue 1,8) pero éstos no fueron expulsados luego de la conquista (Jos 15,63; Jue 1,21) lo que evidentemente contribuyó a la mezcla cultural, de prácticas religiosas cuya consecuencia, al entender del profeta, fue la idolatría. El versículo 3 de Ez 16 hace referencia justamente a este origen pagano (= padre amorreo y madre hitita) que identifica como causa de las futuras infidelidades a Dios (cf versículos 44-45).

Su origen pagano produce repugnancia (versículos 4-5). La sangre es símbolo de impureza (Lv 12; 15,19-33; 17,10-16) y el contacto con ella es una abominación (Sobre este concepto bíblico véase nuestra nota “El término abominación en las Sagradas Escrituras” en https://www.facebook.com/notes/obispo-julio/el-t%C3%A9rmino-abominaci%C3%B3n-en-las-sagradas-escrituras/1461737680813156); por tal razón, el profeta toma esas imágenes para referirse a los orígenes de Jerusalén, sin embargo, a pesar de ello Dios le permitió crecer y desarrollarse (= vive) y la elige para ser la capital de la tierra prometida que entregó a los israelitas (versículos 7-14). A pesar de ello, Jerusalén practicó la idolatría adoptando las costumbres de los pueblos vecinos (versículos 15-26) y aunque Dios la castigó por ello (versículo 27) no modificó sus acciones (versículo 28-36). Por esta razón, sufrirá un castigo aún mayor (versículos 37-43).

Su dureza de corazón es semejante al de las ciudades vecinas (versículos 46-59). Sin embargo, Dios se mantendrá fiel a su promesa y cumplirá su alianza (versículos 60-63).

1.2.        El continente del mensaje
Cuando hacemos referencia al “continente” del mensaje, queremos señalar su envoltorio, el envase, lo que lo contiene. El profeta, como hombre de su tiempo y su cultura, toma elementos de su matriz cultural para transmitir el mensaje. Ni a Ezequiel, ni a la audiencia destinataria del mensaje llama la atención las imágenes utilizadas, ellas estaban naturalizadas.  

En la alegoría, esta ciudad es representada por una niña abandonada por sus padres al nacer, una niña sin nombre, una niña que se debatía entre la vida y la muerte, una niña repugnante e impura que es rescatada por un hombre que le permite vivir (versículos 3-7).

Si bien esta imagen nos puede chocar, podemos comprobar que el infanticidio era una práctica corriente para deshacerse de niños deformes o de niñas por el sólo hecho de pertenecer al género femenino. Esta práctica se ejercía como una forma de controlar la población o por apremios económicos ya que en muchos poblados solo se podía alimentar a las personas adultas y a los niños varones que luego trabajarían, defenderían y se reproducirían.

El hombre se enamora de la niña rescatada que ahora es adolescente. Utiliza imágenes propias del matrimonio; “cubrir la desnudez” es propio de los esposos que satisfacen las necesidades materiales de las esposas (versículo 8) asumiendo un rol de proveedor y protector. Estos gestos son sellados por medio de un pacto o alianza (berit). El rito del baño y la unción con aceites aparece ya en épocas remotas como parte de la ceremonia matrimonial; tanto en babilonia como en asiria encontramos documentos que lo describen, significando el traspaso de cuidados de la joven, de la casa  paterna a la casa del esposo; necesariamente la mujer está sujeta y dependiente de un varón, bien sea el padre, el esposo o el hermano, u otro familiar masculino tal como nos narra el libro de Rut (3,9); los versículos 9-12 tienen sus paralelos en el mundo extrabíblico, tanto los códigos de Hamurabi como de Lipit-Ishtar hacen referencias a regalos que los esposos hacían a las esposas: aceites, granos y ropas; en otros relatos bíblicos de esponsales encontramos paralelos sobre las joyas (Gn 24,22; Is 3,18-13), sin embargo la tiara o corona sobre la cabeza de la mujer, sólo tiene referencias en figuras del arte egipcio o asirio. Todas las imágenes utilizadas para describir el rito matrimonial hacen de la mujer un objeto de belleza para complacer y deleitar a un hombre, su esposo, del que dependerá desde que sale de la casa paterna hasta el resto de su vida; esta descripción pone en evidencia la cosificación de la mujer propiedad primero de su padre y luego de su esposo.

El relato alegórico continúa; cuando adulta siendo esposa se prostituye (versículos 15-26. 33-35). El sistema patriarcal desde tiempos muy antiguos dividió a las mujeres en esposas y prostitutas. Hace aproximadamente 4000 años, en Sumeria se elaboran las primeras leyes que establecen esta división. Un milenio después, en Asiria se regula la prostitución exigiendo determinada vestimenta y prohibiéndoles el uso del velo que quedaba reservado a las esposas o hijas, como gesto de sumisión al varón. Las prostitutas que incumplían estas leyes eran castigadas con cincuenta latigazos.

La práctica de la prostitución es castigada por su esposo (versículo 27) justificando el uso de la violencia física (=levanté la mano para castigarte), económica o patrimonial (= te hice pasar privaciones) y psicológica (=te entregué a las ciudades filisteas). La alegoría nos transmite el dominio del varón sobre la mujer y la justificación de la violencia por parte del varón hacia la mujer.

A pesar del castigo, la mujer se mantiene en su conducta sin cambiar de actitud (versículo 28-31). La mención a Egipto, Asiria y Babilonia no es simbólica sino real. Jerusalén en reiteradas oportunidades celebró pactos de vasallaje con las potencias extranjeras, primero con Egipto (Is 36,6), luego con Asiria (Jr 37,5-8; 2Re 16,3-9), finalmente con Babilonia (2Re 20,12-19). De alguna manera, Jerusalén fue pactando con las diferentes potencias de turno, pasando de una a la otra (= alegoría de la mujer prostituta).

La mujer juzgada y condenada por adulterio (versículo 36) es castigada (= te arrasarán … demolerán … despojarán … arrancarán … te dejarán completamente desnuda …). Todos estos verbos hacen referencia a la destrucción de Jerusalén en la invasión babilónica; este acontecimiento nefasto para Jerusalén se produjo en tres etapas: 597 aC cuando el primer asedio a la ciudad por Nabucodonosor y estando en el trono Joaquín que fue sustituido por Sedecías (véase Ez 1-23); 587 aC cuando Jerusalén es sitiada y destruida (véase Ez 26 ss y Jer 42); finalmente, la última deportación a Babilonia se produce en 582/581 aC (véase Jer 52,30) . Sin embargo, en el marco de la alegoría, referidos a la figura de la mujer, nos remiten a un tremendo estado de indefensión donde la asimetría de poder es abismal. Ella es condenada a muerte en los versículos 40-41 (te lapidarán … te acribillarán ) sin la posibilidad de defenderse, sin pronunciar palabra. Silenciada, cosificada, culpabilizada e indefensa es víctima de un sistema machista que naturaliza el poder del varón sobre la mujer, la posesión de éste sobre aquella, el uso de la mujer como objeto de propiedad y de placer.

El hombre juez (= voy a reunir a todos tus amantes), violento (=descubriré tu desnudez … desahogaré mi furor), verdugo (= voy a aplicarte el castigo de las mujeres adúlteras), condena y abandona (= te entregaré en sus manos) para que ejecuten la sentencia (versículos 37 – 39), justifica el ejercicio de la violencia en el versículo 43 (= me has provocado); representa a Dios todopoderoso, juez y castigador; una imagen que arrastramos hasta nuestros días.

La alegoría nos enfrenta a un concepto de mujer provocadora y desobediente, idea que se arrastra desde los orígenes con el mito de la caída en Génesis 3 y reforzada a lo largo de toda la tradición cristiana por la apologética mariana (= por Eva entró el pecado en el mundo). Una mujer que repite la conducta de su madre (=de tal madre tal hija, véanse los versículos 44-45 y de sus hermanas, según versículos 46-59).

Finalmente, la alegoría toma la realidad de la cultura, ciertamente de forma inconsciente, donde el hombre sale airoso de la situación: provocado y ofendido, estalla en violencia para luego perdonar a la mujer culpable de la situación (versículos 60-63), una clara descripción de lo que hoy conocemos como el ciclo de la violencia doméstica.

1.3.        La matriz del modelo ecológico aplicada al texto de Ez 16.
Un análisis del texto aplicando la matriz del modelo ecológico nos permite comprender los estereotipos de género presentes en la matriz cultural judía en tiempos del profeta Ezequiel.

El macrosistema presenta un formato rígido e inflexible, donde los roles de género están claramente definidos al igual que las expectativas sociales sobre el varón y la mujer, dejando en evidencia la asimetría de poder entre unos y otras, quedando fijadas en la matriz cultural y en los procesos de enseñanza y aprendizaje las desigualdades entre un género y el otro:

Ø La mujer: débil, dependiente, objeto, cosificada, provocadora, infiel.
Ø El varón: poderoso, violento, posesivo, discrimina, descalifica, controla, domina.

Este conjunto de mitos y creencias existentes en el sistema cultural patriarcal se transmite a través del exosistema, es decir, a través de las instituciones. En el caso de Ez 16 claramente es la institución religiosa la principal transmisora de este conjunto de creencias, a través de Ezequiel, profeta y sacerdote; no obstante aparecen otras instituciones como la justicia (juez = Dios, fiscal = profeta, testigos = amantes, aunque está ausente la defensa).

Las instituciones del exosistemas, en este caso religión y justicia, transmiten estas creencias al microsistema, a cada miembro del pueblo que es parte de la audiencia del profeta y la cual está recibiendo el mensaje con su respectivo envase o envoltorio. De esta forma, los estereotipos de género se van consolidando y afianzando.

2.    El texto en nuestro contexto
El texto de Ez 16 nos desafía a realizar una actualización del mensaje, manteniendo el contenido pero desechando su envoltorio que sin lugar a dudas, incuestionablemente vulnera los derechos y la dignidad de la mitad de la población del planeta.

Esta concepción machista resulta atroz a la sensibilidad humana. No es posible concebir en pleno siglo XXI estas imágenes que contribuyen a sostener un sistema decadente, violatorio de los derechos humanos, generador de terror, que deja indefensa y sometida a millones de personas a la arbitrariedad, el control, el dominio y la posesión de quienes ejercen el poder real y simbólico.

El profeta denuncia la idolatría de Jerusalén y la alianza que realiza con naciones poderosas.

Tanto el mundo académico cristiano como el pastoral, tiene la obligación de mantener intacto el mensaje, porque esta realidad continúa dándose en la actualidad a través de diversas formas, en el sistema religioso cristiano.

Ø  Afirmar que la Biblia es la Palabra de Dios, leyéndola e interpretándola literalmente, es una forma de idolatría que podemos definir como “bibliolatría”.
Ø Atribuir al Ser Indecible al que llamamos “Dios” atributos masculinos, asociados a la concepción patriarcal del varón, es una forma de idolatría que podemos definir como “antropolatría” porque la Divinidad no tiene género ni sexo.
Ø Afirmar la superioridad del varón sobre la mujer, es una forma de idolatría de la masculinidad que podemos definir como “androlatría”.

Estas son algunas de las idolatrías de nuestro tiempo, sostenidas por el sistema religioso cristiano; pero también sabemos que los países poderosos someten por distintas vías a otros países:

Ø A través de deudas impagables que desangran al pueblo empobrecido con impuestos.
Ø A través de invasiones militares que dejan miles de víctimas inocentes, generalmente niños, niñas, adolescentes, mujeres y personas ancianas.
Ø A través de los “cascos azules” de Naciones Unidas, asegurando la dependencia económica, política y militar con la contracara de violaciones masivas de niñas, adolescentes y mujeres.

Estas son algunas de las múltiples formas de dominio y dependencia que ejercen los países poderosos sobre el resto de las naciones.

Es necesario que este mensaje se continúe dando porque denuncia la injusticia y genera proyecciones de justicia y transformación en las relaciones humanas, institucionales y sociales. Este es el gran pecado que denunció el profeta Ezequiel y aún hoy tiene plena vigencia: idolatría y opresión.

3.    Algunas conclusiones
La alegoría deja de manifiesto los estereotipos de género naturalizados en las matrices culturales que llegan hasta nuestros días. Éstos son rígidos y generan desigualdades entre el género masculino y el género femenino. Se atribuye al varón: poder, dominio, control, fuerza y hasta se justifica que haga uso de la violencia real o simbólica. Se atribuye a la mujer: debilidad, dependencia, sumisión, responsabilidad en la conducta del varón (= provocadora).

Esta asimetría se agudizan si consideramos otros indicadores, por ejemplo: situación económica, raza, orientación sexual. En la realidad de nuestro país y en el contexto latinoamericano, no es lo mismo ser mujer blanca y profesional que ser mujer afrodescendiente, lesbiana o trans.

No cabe dudas que las iglesias, especialmente los agentes de pastoral y las teólogas y los teólogos, enfrentamos el inmenso desafío de realizar una lectura e interpretación contextualizada de la Biblia manteniendo intacto el contenido del mensaje que siempre es liberador y transformador de la realidad humana; para ello consideramos importante utilizar las siguientes herramientas:

Ø Leer e interpretar utilizando los recursos de la ciencia. Poner al servicio de la exégesis y de la hermenéutica los recursos científicos y tecnológicos que permitan comprender el texto en su contexto.
Ø Establecer la sospecha hermenéutica. Preguntarnos sobre el contexto, es decir, sobre el escritor sagrado, sobre su audiencia, sobre las formas literarias, sobre la cultura. Podría suceder que el hagiógrafo tenga implícitamente internalizado el modelo opresor.
Ø Leer e interpretar utilizando el “lente” de los Evangelios. Para las cristianas y los cristianos existe una sola forma de comprender la Biblia y es desde la palabra y la obra de Jesucristo.

Bibliografía
HOLAMAN: Diccionario Bíblico Ilustrado. Editores Asociados, 2003.
La Biblia ISHA. La mujer según la Biblia. Sociedades Bíblicas Unidas. Corea, 2010.
WALTON, J.H; MATTHEWS, V.H; CHAVALAS, M.W: Comentario del Contexto Cultural de la Biblia – Antiguo Testamento – El trasfondo cultural de cada pasaje del Antiguo Testamento. Editorial Mundo Hispano, Colombia 2011.

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